Julio Llamazares traza en ‘Vagalume’ la verdadera naturaleza del escritor en tiempos de falsos escritores

Julio Llamazares

Julio Llamazares no suele defraudar. Lo que escribe es sinónimo de éxito, pero no del éxito al que se suele aludir hoy cuando de publicaciones literarias hablamos. Un éxito puede ser perfectamente Las 50 sombras de Grey, pero no se trata de literatura, sino más bien de un guion de cine con el objeto de entretener. La literatura persigue otra finalidad: además del goce estético debe abordar la finalidad social, el compromiso social del escritor. En Las 50 sombras de Grey tal vez no haya ni estética ni compromiso social, sino tan sólo carnaza para el lector, carnaza concupiscente o lasciva, poco más. Yo confieso que prefiero ver una película erótica antes que leer semejante bazofia.

Pero, a lo que vamos: Julio Llamazares ha publicado Vagalume, su más reciente novela, en la editorial Alfaguara. Una novela bella, no tanto como La lluvia amarilla, pero sí más profunda en cuanto a la trama. Recordemos que en La lluvia amarilla no sucedía nada más allá de la forma en que el narrador contaba la historia. En Vagalume asistimos a una honda reflexión acerca de la naturaleza de «ser escritor».

Sinopsis

«Tras cada ventana iluminada hay un alma semejante a nuestra alma, un náufrago del sueño y un superviviente del día que se termina o que va a empezar que está esperando que alguien le hable para responder». Un escritor recibe la noticia de la muerte del que fue su maestro como periodista y con el que, a pesar de no verse apenas ya, mantenía una amistad inquebrantable. Después del funeral, alguien le hace llegar de manera anónima un ejemplar de una novela que publicó el fallecido cuando era joven, un libro que prohibió la censura y que todos creían desaparecido. Ese hecho, junto con una serie de revelaciones posteriores, llevará de nuevo al protagonista a la ciudad donde inició su carrera como periodista para intentar descifrar el misterio que se cierne sobre la figura de su maestro y amigo.

Vagalume es una novela de suspense que habla de esa vida secreta que todos tenemos, pero también una reflexión sobre la pasión de escribir, que se sobrepone a todo. Un homenaje, en definitiva, a todas esas personas que, desde la imaginación, como luciérnagas en la noche, crean vidas mientras los demás dormimos.

Julio Llamazares
Julio Llamazares © Cecilia Orueta

Análisis de la novela Julio Llamazares

Resulta llamativo que el protagonista de la novela, narrador-protagonista, tenga por nombre César, y que el autor sea un tal Julio. Queda claro que hay muchos elementos autobiográficos en el relato. Observamos en César al joven Llamazares periodista con vocación literaria, que desea rendir honores a su maestro de profesión, Manolo Castro, probablemente el referente de algún maestro del periodismo en aquella época.

El caso es que, a la muerte de Manolo Castro, César regresa a aquella ciudad que décadas atrás lo recibió de distinta manera a la actual. Ya casi no queda nada de aquel pasado. Tras el funeral, César recibe de manos de una desconocida un ejemplar conservado de la novela prohibida de Manolo. A raíz de ahí, la viuda de Manolo descubre en el cuarto privado del difunto que éste había dedicado casi toda su vida a escribir en privado.

César pasará una pequeña temporada leyendo sus cuatro novelas y una obra de teatro que dejó sin publicar. La lectura de ese material revela la existencia de una vida privada de Manolo, ajena al conocimiento de su esposa y sus hijas. Y es que resulta que, al igual que su padre, Manolo se convirtió en un escritor vagalume que, gracias a la literatura, pudo salvar lo más valioso de su vida.

Vagalume

Vagalume es una palabra de origen gallego que significa ‘luciérnaga’. Todo un símbolo del escritor que, en la oscuridad de la noche, escribe, arrojando luz al mundo, al menos a su mundo y al de muchos. De tal manera que el padre de Manolo fue el vagalume que, gracias a sus novelas nocturnas, pudo mantener a su familia. Pero el mismo Manolo también se convirtió en otra luciérnaga al escribir en la oscuridad para mantener a la hija que había tenido fuera de su matrimonio. Ese es el gran secreto de Manolo.

César lo descubre y se encuentra en la encrucijada de no saber qué decirle a la viuda. ¿Qué hacer con esas obras?, ¿publicarlas? Manolo no quiso hacerlo. César tiene que honrar la memoria de su querido maestro, que bajo el pseudónimo de vagalume escribió y publicó una producción nada breve de novelas con las que mantuvo a su hija secreta.

El protagonista comprende entones por qué Manolo tomó la decisión de vivir con ese peso, pues es así es cómo empieza y termina la novela de Llamazares, con una cita de Faulkner: «Entre la nada y la pena, elijo la pena».

La reflexión de Julio Llamazares

A lo largo de la novela, el autor, en boca del narrador, despliega todo un rosario de reflexiones acerca de la condición de escritor. Veamos la más potente:

Escritor es aquel que continuaría escribiendo aunque no publicara (…) Hay gente que no para de escribir sin ser escritor y, al revés, otra que no deja de serlo aunque no escriba una sola línea en su vida.

Y es así lo que sucede hoy. Hoy todo el mundo es escritor porque ha publicado un libro, porque el avance y la democratización de las tecnologías hace posible que cualquiera pueda llevar a imprenta lo primero que se le ocurra y redacte en su pantalla de ordenador. De tal manera que publica y por el mero hecho de publicar se cree escritor. ¿Qué sería de tantos falsos escritores si hubieran vivido otros tiempos?

Muchos escriben para ser admirados, engatusados por el halo de excelsitud que antaño rodeaba a los escasos escritores de verdad que existieron. Y es que todos queremos ser Cervantes, Garcilaso, Lorca…, sin entender que todos ellos eligieron la pena entre la nada. Y eso… como que ya no gusta tanto.

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